Tras la penosa imagen dejada en Catamarca, San Lorenzo goleó 3 a 0 a All Boys con goles de Correa (2) y Villalba, como para no extrañar a los goleadores. Además, Pipi fue ovacionado y pidió perdón. También hubo mimos para Mercier y aplausos para Angelito.
El estandarte, el ídolo. Ese que explotó en lágrimas tras el papelón ante Arsenal. El que tuvo vergüenza por saber que no se había cumplido con los más de 20.000 cuervos que coparon Catamarca un día de semana, dejando trabajo, familia, estudio, etc, etc. Es él quien se pone el equipo al hombro y sale a comerse la cancha ante All Boys. Pero Leandro Romagnoli no está sólo, porque Kalinski (uno que juega poco y nada) brilla en el medio, porque Mercier cumple como siempre, porque Kannemann es el alma que faltó el miércoles y porque Correa se disfraza de nueve como para no extrañar a los lesionados. Esta vez sí juegan como una final...
Y el Pipi agarra la bocha y rememora sus mejores momentos de la juventud. Intenta una vez, otra y otra más... Hasta que después de sacarse un par de muñecos de encima, toca para Correa y el pibe, con clase, define al palo derecho de Cambiasso. Y ninguno duda: el festejo es de varios abrazados de cara a la gente, con los dos gestores del gol encabezando, y Leandro Atilio besando con alma y vida el escudo, como para que quede claro. Pero ellos saben que se acordaron tarde. Que el triunfo ante los de Falcioni suma pero no llena.
Ya en el complemento hay más. Otra vez Correa es el que encara, se acomoda y nuevamente remate deluxe para el 2-0. Y sale el Pipi y la cancha se viene abajo, como durante toda la noche a puro aliento. El 10 nunca levanta la cabeza, es como un nene después de haberse portado mal. Sólo saluda, junta sus manos y pide perdón. Minutos después el Pichi lucha, recupera y sale en ataque. Y nace el merecido “Pichiiii, Pichii”. Y cuando sale Correa también se lleva aplausos por los goles y el nivel.
Pero no alcanza. Entra Ortigoza y también se luce. Pica la pelota y lo deja a Villalba mano a mano para que defina y ponga el 3-0 final. Pero igual no alcanza... Porque lo que pasó fue duro y será difícil de olvidar. Claro, la gente dio otra muestra de amor, alentó sin parar sin rencores y ni siquiera castigó a Piatti por su irresponsabilidad. Eligieron la indiferencia y el amor por los colores; cerraron con aplausos y con un mensaje claro: “Esta hinchada se merece ser campeón”...
Diego Paulich (PSL)
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